domingo, 11 de mayo de 2014

De cómo me convertí en susurradora de poemas

Mi primer encuentro con un susurrador data del pasado solsticio de invierno, había participado en una de las Matinals de dibuix domèstic organizadas por Elisabet Riu y Marta Rodríguez Peribañez, en el Penedés. Ese día, la poesía se había hecho presente desde muy temprano, en un trabajo plástico colectivo en el que conectamos con lana los viñedos de Caves Llopart. El resultado, un tejido orgánico, que entrelazaba vides y sarmientos, pero también a los tejedores a la tierra y a los otros, frente a la inmensidad del paisaje y el silencio.
Viñedos de Caves Llopart. Foto: Neritza Pinillos

Ya por la tarde, alrededor de la mesa, después del correspondiente vino de la región y una taza de café Juan Valdez, Marta sacó un susurrador y explicó su experiencia con ellos en un trabajo que involucraba la plástica y la palabra. Es cierto que muchos de nosotros desde niños hemos utilizado estos tubos de cartón como objeto de juego simbólico, espadas, varitas, catalejos, altavoces, pero el uso propuesto aquí era el de susurrar en la oreja del otro, un mensaje que los demás no escuchaban. 


Preparación de susurradores. Foto: Marta R. Peribáñez
La gran longitud y el colorido del tubo estimulaban la curiosidad y la propuesta hacía del objeto un intermediario entre sujetos que podían establecer un nexo y a la vez resguardar cada uno su espacio personal. Inmediatamente pensé en los usos lúdicos, terapéuticos y por supuesto poéticos y quedé enamorada. Así que le propuse a Marta que para la presentación de mi poemario Cantos del ánima prometida -en duermevela-  en el Espai 21, preparáramos unos susurradores. 

La idea original surge de Mirta Colángelo, educadora y narradora argentina, especialista en Literatura infantil y juvenil. Mirta toma la tarea de susurrar del grupo de artistas franceses Les Souffleurs, dedicados desde el 2001 a susurrar poesía en París como modo de «desacelerar el mundo»


Preparación de susurradores en Espai 21. Foto: Marta R. Peribáñez
Estos artefactos dan la posibilidad de crear un espacio contenido y silencioso donde el poema puede llegar de manera íntima, dar protagonismo a la escucha como sentido y preparar a la persona para recibir la palabra desde otro lugar. El susurrador invita a conectar con la emoción a través de la palabra, el aliento, las pausas y el volumen de la voz, y sobre todo con la idea de lo secreto, de aquello que es sólo destinado al oyente.  El resultado es un efecto potente que deja una huella agradable en todo aquel que se dispone a la experiencia. Y para los que susurramos, la sensación de entregar un presente, hecho de la materia misma de lo que somos.

Presentación de Cantos de ánima prometida. Foto: Alejandro Pérez
Presentación de Cantos de ánima prometida. Foto: Alejandro Pérez
A lo largo del tiempo, el oficio de susurrar ha ido más allá de las provincias argentinas y una gran cantidad de grupos de personas dan continuidad a esta experiencia. Ahora  yo, enrolada como susurradora de poemas espero poder seguir difundiendo esta práctica y contribuir a disolver la idea de que la Poesía es un género apreciado por unos pocos.
Por lo pronto, he comenzado en Las Ramblas de Barcelona, el día de Sant Jordi, que es también el día internacional del libro, pero eso es material para un próximo post.

lunes, 8 de octubre de 2012

¿Y ahora por dónde?

Cuando ocurre una desilusión, la fe se tambalea y las fuerzas menguan. Y surge la pregunta ¿y ahora qué? ¿cómo sigo con esto? ¿Me voy? ¿A dónde, a qué? ¿Me entrego a la indolencia? ¿Tiro la toalla? También surge la tentación de culpar a los otros, si no hubiese sido por…, me robaron, me hicieron trampa, me engañaron.  Y por supuesto la soberbia que no falta: ¿cómo pueden ser tan brutos?, tienen el rancho en la cabeza, la ignorancia es el mal de los pueblos, ¿cómo pueden pensar sólo en ellos mismo?, etc.
Tengo la dificultad  de no poder disfrutar de la euforia colectiva, del optimismo extremo y la fe apasionada, de no  poder admirar a los políticos como si fueran estrellas del pop y poner afiches de ellos en mi casa. Esto me deja, en este aspecto, por fuera de la idiosincrasia venezolana. Mi fe es más austera, sostenida a veces a fuerza de voluntarismo, porque ante el pesimismo empedernido, sólo el tesón de querer creer  es  a  veces lo único que funciona. Lo que sí es cierto es que no hay que perder la perspectiva, una cosa es la posibilidad, la probabilidad, el deseo y otra cosa el delirio. Había posibilidades de ganar y de perder y había que estar preparados para ambas. Al fin y al cabo ¿Qué garantías se tenían? ¿Los comentarios del propio círculo?, ¿Lo que decía el canal de televisión de la propia tendencia?, ¿Las dudas de algún pariente del otro bando? ¿La concurrencia a los eventos? ¿La disparidad en las encuestas? Todo era posible y eso lo sabíamos. Cantar fraude es irresponsable y además incoherente con el hecho de ir a votar desconfiando del sistema electoral. Todos queremos ganar cuando apostamos por una opción que nos parece justa y correcta. Pero la democracia está para expresar una voluntad, independientemente de si se gana o no de manera puntual. Democracia es el derecho a opinar y tener voz, así esa opinión luego no concuerde con la mayoría que al final es la que decanta la decisión. Nadie que le guste el deporte se plantea no volver al estadio porque su equipo pierda, así lo haga consecuentemente. Quieres democracia, vota, no hay otra opción.
Los resultados de las elecciones presidenciales en Venezuela ponen en evidencia la decisión de un pueblo que por las razones que sea decide optar por repetir. Una repetición que es compulsiva desde el punto de vista de los otros que ven la repetición como un daño que los que repiten se hacen a sí mismos y al prójimo. Y puede que sea cierto, pero tener la razón a veces no sirve de mucho. No se puede hablar de cambio cuando no se reconoce al otro como igual, cuando se cree que por tener la razón se es superior, cuando existe la imposibilidad de ponerse en el lugar de los otros y comprender sus miserias sabiendo que todos tenemos las nuestras. No se puede invocar el cambio coleándose en la fila de votación porque se encontró a un panita, ni dejando la basura tirada en la calle.
¿No se entiende cómo 7 millones de personas toman otra vez la misma opción? Pues va a tocar entenderlo, va tocar escuchar y no insultar, no tratar de confrontar aunque haya provocación.  Va a tocar intentar otra vía distinta al argumento, más empática. Va a tocar no nombrar al santo demasiado omnipresente, ni siquiera al pecado, sino con la mejor de las técnicas de rodeo, proponer la enmienda,  hacer propuestas de creación, enseñar a la gente a que si quiere pedir, que aprenda a pedir bien, a exigir a sus gobernantes lo que se merece. Invitar a construir, pero no sobre un modelo prefabricado sino sobre una base común que dé margen a lo desconocido, a lo nuevo y donde haya intención verdadera de unión en la diferencia. Quizás haya incluso que  dejar de llamarse opositores y ponerse un nombre más sugerente, generar confianza con acciones y gestos, que de las palabras y las especulaciones ya estamos cansados. Y sobre todo erradicar la bipolaridad, esa de los dos polos, los dos países, los dos delirios y también la otra, la que pasó de la euforia a la depresión en 24 horas.
Hay mucho trabajo por delante y el tiempo apremia, cada quien desde lo pequeño  y desde el lugar en donde está que se pregunte cuál puede ser su contribución y qué tiene que aprender de toda esta experiencia. No se trata de consuelo de tontos ni optimismo comeflor sino de dejar de lloriquear y  plantarse con temple y responsabilidad para  hacer lo que se tiene que hacer. 

domingo, 26 de febrero de 2012

Hilos relacionales: de la ausencia a la presencia


Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un 
laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; 
si acaso lo encontraremos y lo perderemos en un
 acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en  las
 palabras que se llaman filosofía o en la mera
 y sencilla felicidad.

Jorge Luis Borges



Los índices  apuntan a la tierra. Los hilos apenas conectan. Deseo y esperanza de que se dé la escucha y la comunicación, como comienzan casi todas las relaciones.
Empiezo a moverme y añoro la tensión de la diferencia, la oposición. No encuentro la suficiente, no quiero ser Artemisa pero tampoco Perséfone tomada de la mano. Esto no va a funcionar, pienso, como una profecía de autocumplimiento.
Vuelvo al inicio y espero, no sin expectativas, siempre las expectativas. Entonces siento que soy movida y sigo el movimiento. Mis manos se extienden, mis brazos se abren a recibir y de repente advierto que el hilo está distendido, que estoy bailando sola, como tantas otras veces, entregada a mi propio Movimiento y creando un espejismo, una ilusión donde el otro real desaparece, se desvanece.
Después de todo podría quedarme allí autocontenida, es más fácil que enfrentarse con la imposibilidad del otro de satisfacer mi deseo, más fácil el abandono que la acogida verdadera, la retirada que la derrota.
Me rindo, depongo mi voluntad y por primera vez creo que estoy dispuesta a escuchar realmente a quien está del otro lado, en vez de debatirme conmigo misma. Entonces el milagro ocurre y el otro se devela y la danza misteriosa comienza.
Y soy árbol mecido por el viento,  feliz con la densidad del tiempo tatuada en mis anillos ancestrales. Abierta a la desnudez en invierno, el verdor del verano, la caída siempre en otoño y la flor de la primavera y vuela al invierno de nuevo.
Soy llamadora de pájaros, el universo entero se detiene a escucharme, la tierra tiembla bajos mis pies arraigados y mis brazos son súplica silente, alas batientes que espantan sombras.
Un clamor me hala hacia abajo, me demanda acercarme a eso que se gesta bajo tierra. Escarbo como un animal, canto un llamado vehemente al otro que no veo pero que presiento,  remuevo la ceniza de los muertos, hago conjuros, invocaciones.
De nuevo el silencio, una calma plácida se instala afuera, relámpagos y truenos anuncian la tormenta adentro. Me levanto sostenida por mis piernas. Soy mujer erguida. Halo los hilos como quien recoge el papagayo amado de la infancia y recupero al otro, ahora presente en el abrazo que desata el aguacero que se desborda  caudaloso por mis ojos, y me riega entera. Estoy en casa.

lunes, 13 de febrero de 2012

Ilusionista se ofrece...

certamen microrrelatos ventadepisos.com


Esa mañana se quedó por largo rato mirando el techo de la habitación de su piso de alquiler. Desilusionado por la situación económica que la tan nombrada crisis le había propinado y luego de sólo cosechar silencios de sus postulaciones en  los portales de empleo, decidió que  lo mejor que tenía que ofrecer era su capacidad de crear cuentos y fantasías y que había llegado el momento de rentabilizar el don.
Colocó un anuncio en la web en el que se que se ofrecía como ilusionista para crear narraciones visionarias  a partir de las creencias del cliente. Una historia personalizada que siendo ficción, y eso quedaba claro en las condiciones del servicio, bajaría el nivel de angustia y dejaría a quien recibiera  el relato en la más plácida sensación de confianza en el futuro.
Para su sorpresa comenzó a recibir llamadas. A una mujer que creía en el poder de los sueños, le inventó una historia mítica en donde  la clienta era la heroína y vencía a todos los demonios de sus pesadillas. Un hombre viudo que creía en la Ciencia recibió un cuento teorema que le daba la razón en todas sus suposiciones e hipótesis acerca de la vida después de la muerte. Una viejecita devota de la Virgen de Fátima era llevada por ángeles a cumplir la misión de revelar al mundo un cuarto misterio hasta entonces desconocido.
Poco a poco la fama del Ilusionista se fue extendiendo por la región y sus clientes quedaban satisfechos y agradecidos, excepto alguno que otro político, creyente en sus ideas y buenas intensiones, que al escuchar la historia sobre el éxito  de sus medidas y reformas para el bien común, salía desilusionado, porque la magia de la ilusión funcionaba si realmente se creía en aquello que se decía creer.

martes, 17 de enero de 2012

Deseos apropiados

Que no expropiados, aunque la palabra esté de boca en boca últimamente en Venezuela. Me adueño con toda libertad porque pienso que los buenos deseos están fuera del alcance de la propiedad privada e intelectual y pertenecen a la especie, que aunque perpetre actos terriblesy tenga el gérmen del egoísmo, también tiene la semilla que quiere encontrar la buena tierra para dar frutos.
Así que este año, desearé estos deseos apropiados, porque los hago míos y porque son adecuados para el momento actual, que a su vez me han sido deseados por una amiga mía y que se le han adjudicado a Víctor Hugo que quién sabe de quién los heredó.
Así pues, para mí y para todos los lectores de estas líneas, mis deseos para este año que comienza:


Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amado. Y que, de no ser así, seas breve en olvidar y que después de olvidar, no guardes rencores. Deseo, pues, que no sea así, pero que si es, sepas ser sin desesperar

Te deseo también que tengas amigos, y que, incluso malos e inconsecuentes, sean valientes y fieles, y que por lo menos haya uno en quien puedas confiar sin dudar. Y porque la vida es así, te deseo también que tengas enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta, para que, algunas veces, te cuestiones tus propias certezas. Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo, para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil, más no insustituible. Y que en los momentos malos, cuando no quede más nada, esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie. Igualmente, te deseo que seas tolerante; no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil, sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente, y que haciendo buen uso de esa tolerancia, sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa, y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer, y que siendo viejo no te dediques al desespero. Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste. No todo el año, sino apenas un día. Pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena, que la risa habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras, con urgencia máxima, por encima y a pesar de todo, que existen, y que te rodean, seres oprimidos, tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un gato, alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal, porque de esta manera, sentirás bien por nada. Deseo también que plantes una semilla, por más minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento, para que descubras de cuantas vidas esta hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero, porque es necesario ser práctico. Y que por lo menos una vez por año pongas algo de ese dinero frente a ti y digas: "Esto es mío", sólo para que quede claro quien es el dueño de quien.

Te deseo también que ninguno de tus afectos muera, pero que si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer, y que siendo mujer, tengas un buen hombre, mañana y al día siguiente, y que cuando estén exhaustos y sonrientes, hablen sobre amor para recomenzar.

    Si todas estas cosas llegaran a pasar, no tengo más nada que desearte.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Solsticio de Invierno

A paso de morrocoy por Neritza Pinillos M
 Un homenaje al sol en este solsticio de invierno.
El dueño de la luz
(Cuento Warao - Venezuela)
 En un principio la gente vivía en la oscuridad. Los warao buscaban yuruma (médula de palma para hacer pan) en tinieblas y sólo se alumbraban con candela que sacaban de la madera. En ese entonces, no existía el día ni la noche.

Un hombre que tenía dos hijas supo un día que había un joven dueño de la luz. Llamó entonces a su hija mayor y la envió a a buscar y traer la luz para su pueblo.
Ella tomó su mapir (canasto hecho de palma) y partió. Pero encontró muchos caminos por donde ir  y tomó el que la llevó a la casa del venado. Allí conoció al venado, se entretuvo jugando con él y se olvidó de su tarea.
Cuando regresó donde su padre no traía la luz. Entonces el padre resolvió enviar a la hija menor:
La muchacha tomó el buen camino y después de mucho andar, llegó a la casa del dueño de la luz.
    -Vengo a conocerte -le dijo, a estar contigo y a obtener la luz para mi padre.
Y el dueño de la luz le contestó:
    -Te esperaba. Ahora que llegaste, vivirás conmigo.
El joven tomó el torotoro (caja hecha con juncos) que tenía a su lado y con mucho cuidado, la abrió. La luz iluminó sus brazos y sus dientes blancos. Y también el pelo y los ojos negros de la muchacha.
Así, ella descubrió la luz, y el joven, después de mostrársela, la guardó.
Todos los días, el dueño de la luz la sacaba de su caja y hacía la claridad para hacer feliz a la muchacha.
Así pasó el tiempo. Jugaban con la luz y reían. Por fin, la muchacha recordó que tenía que volver con su padre y llevarle la luz que había venido a buscar.
El dueño de la luz, que se había enamorado de ella, se la regaló:
    -Toma la luz. Así podrás verlo todo.
La muchacha regresó donde su padre y le entregó la luz encerrada en el torotoro. El padre tomó la caja, la abrió y la colgó en uno de los troncos que sostenían el palafito. Los rayos de luz iluminaron el agua del río, las hojas de los mangles y los frutos del merey.
Al saberse en los distintos pueblos del Delta del Orinoco que existía una familia que tenía la luz, comenzaron a venir los warao a conocerla. Llegaron en sus curiaras desde los caños Araguabisi, Manamo y Amacuro. Curiaras y más curiaras (embarcaciones largas hechas con tronco ahuecado) llenas de gente y más gente.
Llegó un momento en que el palafito(Vivienda construida sobre el agua, apoyada en estacas de madera)  no podía ya soportar el peso de tanta gente. Y nadie se marchaba porque estaban maravillados con la luz  y ya no querían seguir viviendo a oscuras.
Por fin, el padre de las muchachas se le ocurrió una idea para que todos pudieran beneficiarse de la luz. Y de un fuerte manotazo, rompió la caja y lanzó la luz al cielo.
El cuerpo de la luz voló hacia el Este y la caja hacia el Oeste.
Del cuerpo de la luz se hizo el sol. Y de la caja en que la guardaban, surgió la luna.
De un lado quedó el sol y del otro, la luna.
Pero como todavía llevaban la fuerza del brazo que los había lanzado, el sol y la luna marchaban muy rápido. El día y la noche eran muy cortos, y amanecía y oscurecía a cada rato.
Entonces el padre le dijo a su hija menor:
    -Tráeme un morrocoy pequeño.
Y cuando tuvo en sus manos el morrocoy, esperó a que el sol estuviera sobre su cabeza y lo lazó con una cuerda  y en el otro extremo amarró al morrocoy. Y le dijo:
    - Toma este morrocoy. Es tuyo. Espéralo.
Desde ese momento, el sol caminaba al paso del morrocoy, como va hoy en día, alumbrando hasta que llega la noche.


viernes, 7 de octubre de 2011

Trópico Inexorable

Pachamama por Neritza Pinillos M
De tanto ir y venir no sé ya si me voy o regreso, si llego a casa o la llevo a cuestas, siempre en tránsito, con un destino en cada  afecto, que se configura en la nostalgia de la despedida, con la promesa de un hasta luego.

Es así como de nuevo me veo armando mis maletas, yéndome, o llegando, según dónde se coloque el referente, discerniendo qué meto en la mochila y que dejo atrás, de qué puedo prescindir y de qué no. Como si el viaje perpetuo me pusiera de nuevo ante la pregunta ontológica de quién soy y adónde voy.

Mi recorrido empieza antes de partir de Venezuela. Me he topado nuevamente con una obra del Teatro Altosf llamada precisamente Volunta Tua que me ha recordado que al igual que el amor, el duelo y el perdón, alinear la voluntad con la Voluntad es un proceso que exige en el momento inicial una estructura, un procedimiento, un modo y orden como diría Ignacio,  para disponerse y finalmente entregarse. En este cruce de voluntades terminé recibiendo un estupendo regalo de despedida en el Spa Renacer, que aunque suena trivial, he de decir que fue una de las mejores experiencias sensoriales que he tenido en la vida, y mira que he tenido bastantes. El lugar en sí, el cuidado en el más mínimo detalle, la atención y sobre todo la naturaleza en todo su esplendor, hicieron del momento una experiencia mística. No exagero al decir que me sentí allí amada por Dios y al salir, con la confianza y tranquilidad que constantemente nos roba el miedo cotidiano. De esta experiencia saco dos conclusiones, la primera, que necesitamos ser tocados, acoger al cuerpo con amor y que esta aceptación misericordiosa de la instancia más básica y concreta del ser, es una vía de acercamiento a la Divinidad; segundo, que la Tierra en sus múltiples expresiones naturales crea un nexo con ella tan fuerte, que en el imaginario llevamos por siempre el pasaje natural en el que hemos nacido como una marca imborrable. En mi caso y a pesar de ser citadina, el verde multitónico y salvaje, la lluvia torrencial y el sol inclemente. La nostalgia del que emigra es la nostalgia por una tierra que no existe en los mapas sino en el alma, paisajes internos de una tierra que nos acoge y contiene, donde no somos extranjeros. Así debe ser el Reino que nombran los Evangelios.

Ahora estoy aquí. Esta mañana al salir a la calle, los olores de la ciudad me han invadido como no es habitual en mí. Sobre todo el mal olor del suelo asfaltado. Hoy he rendido tributo a la Pachamama, he evocado  a mi tierra con emoción y sin nostalgia, he agradecido a la Tierra toda su generosidad infinitamente  grande en comparación con la mía. He agradecido por esta ciudad y su manera de recibirme, con todo y su escasez de árboles, sus malos olores y sequedades. Hoy he sentido que el alma me ha llegado al cuerpo, que ha aterrizado en esta ciudad curiosa, después de tres semanas de haber llegado yo. Hoy después de de nueve meses sin poder escribir en este blog, la palabra surge como parida de eso profundo que me conecta con la tierra, con la vida.

En la noche ha llovido, el agua ha limpiado y se ha llevado la suciedad. Las gracias fueron recibidas y se nos ha regalado el olor a tierra mojada y la posibilidad. Siempre se habla del viajero que deja su tierra o de quien regresa a ella, pero  ¿cómo es eso de retornar a una tierra extranjera? Sin ser de aquí ni ser de allá. Ser cosmopolita no es suficiente. Quizás sólo baste recordar ese lugar de adentro que invocan  el sol, la lluvia y el follaje, un lugar que no está sino en el centro del pecho, que guarda los misterios de la vida y de la muerte, las mejores semillas y en donde en tiempos de caos y oscuridad el Espíritu bate sus alas sobre las aguas y todo comienza de nuevo y es bueno.