“La patria es el sabor de las cosas que comimos en la infancia”Así comienza su post Fiera Patria, Angeles Mastretta, citando al poeta Guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, a quien no he tenido el gusto de leer. Me gustó la frase y recordé que cuando era niña no me gustaba mucho comer y que quizás la falta de abundancia de sabores memorables de la infancia tenga que ver con esta especie de desarraigo que a veces me ocurre, no por falta de conexión sino por falta de correspondencia de esa conexión con un territorio geográfico exclusivo.
Nací en Venezuela y me siento venezolana, no en el pleno sentido idiosincrático sino en el de sentirme llamada a construir este país, en el sentido de que me duelen sus dolores y me alegra cuando podemos mostrar al mundo más que reinas de belleza y petróleo, por no mencionar otros males. Mi patria en su acepción “tierras de los padres” es Colombia, donde pasé los últimos años de mi infancia y cuya cercanía hacía que Macondo me fuera tan divertidamente familiar. Mis recuerdos infantiles se pasean entre los Aliados de los Andes en los puestos de dulces de Caracas, las Cachapas del Junquito, los raspaos, el mango verde con sal a la salida de la escuela, las Alegrías que vendían las palenqueras por las calles de Barranquilla, las arepas de huevo de Luruaco… Más tarde, cuando aprendí a compartir la mesa la comida supo mejor. Tal vez entonces la idea de patria esté siempre en construcción y vaya más allá de la nacionalidad y las fronteras, los símbolos patrios, los espacios geográficos y las tradiciones y tenga que ver con un sentido de pertenencia más profundo.
La lengua materna hace una diferencia, la patria son los sabores de la infancia y la lengua que compartimos, la de los cuentos que nos contaron, los infantiles y los de la Historia. Agradezco enormemente la lengua castellana, que mis antepasados le impusieron a mis antepasados y que además de ser la lengua de Cervantes, es también, por fortuna, la lengua de Borges, Cortázar, Rulfo, García Márquez… Sin embargo, me gusta cantar en Inglés, adopté el Catalán como segunda lengua después de bien vivir en Cataluña, y si me dieran a escoger una lengua que aprender por puro placer, aprendería Portugués ya que encuentro que la “saudade” no es posible expresarla en otro idioma.
Soy en suma latinoamericana, cuya característica principal en toda su gama variopinta es que somos en mayor o menor grado mestizos. Mezcla de estos con aquellos, entonces, ¿no es la patria también un conjunto a veces dispar y contradictorio de referentes territoriales y culturales? ¿No tenemos los latinoamenricanos, hijos de todos lados, la posibilidad de una sensibilidad mestiza que amplíe la noción de patria en la construcción de nuestra identidad?
Patria es una palabra difícil, que no se refiere sólo a mapas y días de independencia. ¿Dónde está mi patria? A veces me parece del tamaño del mundo y otras el espacio efímero de un abrazo en el que podemos decir “nosotros”.
Termino con una canción de Jaime Sisa que me envió un amigo desde Venezuela cuando recién me mudé a Barcelona
“Oh ! Benvinguts ! Passeu, passeu,
de les tristors en farem fum.
Que casa meva és casa vostra
si és que hi ha cases d'algú.”