domingo, 12 de diciembre de 2010

La luz nacerá de las tinieblas

Si quitares de en medio de ti el yugo,
el dedo amenazador, 
y el hablar vanidad;
y si dieres tu pan al hambriento, 
y saciares al alma afligida,
en las tinieblas nacerá tu luz, 
y tu oscuridad será como el mediodía.


Isaías 58, 9-10




Hace tiempo vengo pensando en escribir un post de cierre de este año y no logro encontrar el tono apropiado, quizás porque yo misma estoy politonal. Este es sin duda uno de esos años en los que las biografías de los ilustres marcan un antes y un después, un hito, como lo llaman.

Me sabe a  nada la voz del optimismo ante una realidad que parece sobrepasarnos, las frases “el año que viene será mejor”, “dicha y prosperidad”, ”Felices fiestas”, se me atragantan. Sin embargo, contrario al pesimismo que a veces llevo a cuestas, la voz de la nube negra tampoco me funciona. Decir “ha sido espantoso este año de mierda” “Por mucho, el peor año de mi vida”  no le hace justicia a mi historia y a lo mucho que he recibido en estos doce meses. Parece entonces que los polos le dan paso a una voz más serena y recogida, más unitaria y no por ello menos sentida.

En estos días en donde la Navidad parece opacada por la desolación que han dejado las aguas revueltas, contemplo la imagen de lo frágil, lo pequeño, lo sencillo del niño en el pesebre, la posibilidad que surge desde lo poco. Ante eso  me rindo, me lleno de ternura,  suelto mis cargas. Veo a los que han perdido su hogar, recuerdo amigos que han perdido recién  a seres queridos, recuento mis propias pérdidas, y me siento cercana en la adversidad, igual de pequeña pero hermanada en la espera de la luz después de una noche que nunca es eterna. Paso revista a las ganancias, más difíciles de reportar, porque son frutos del Espíritu, zancadas del alma que se acelera. El balance suma cero. Podría morir en este instante sin la sensación de algo pendiente y  con el poema de Nervo en los labios:

Amé, fui amada, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Cuando pasen los años y recuerde éste que termina, quizás tenga una perspectiva más amplia para componer un relato autobiográfico:

Año 2010, Vargas Llosa ganaba el nobel de literatura, mientras el embate de las lluvias llenaba los titulares de los periódicos y me impedía llegar al taller de narrativa en el que a duras penas trataba tercamente de escribir…

El 2010 fue un año en el que las filas de los santos se engrosaron con algunos nombres cercanos y queridos, mientras al otro lado del Atlántico, la luz de una nueva vida venía a llenar de alegría mi corazón…

2010, más que nunca la palabra se afianzó como alimento, sobre todo cuando llegó el día en que el único trigo que me permitía ingerir era el pan eucarístico…

En aquel tiempo, me encontraría por primera vez ante los Ejercicios Espirituales ignacianos, mientras la Psicoterapia y las Moradas de Santa Teresa hacían lo suyo…

Aquel año mi vida daría un giro inesperado. A mis treinta y cinco me encontraba de pronto divorciada y convaleciente, con cicatrices en el cuerpo y en el alma...

Terminaba la primera década del segundo milenio con el comienzo del camino de regreso a mí misma después de un largo viaje. Cómo aquel en el que Perséfone luego de ser obligada a bajar al Averno y transitar por las tinieblas, se convierte en puente conector entre el mundo y el inframundo, donde se tejen los misterios de transformación...

Ha sido peculiar este año, año de hiel, año de bálsamo, intenso y numinoso. Espero la Navidad, que no es otra cosa que el nacimiento de la Luz del mundo en medio de las sombras. Que así sea.

martes, 31 de agosto de 2010

Pasión Mediterránea

El estruendo me sacó de mis cavilaciones, caminé por el corredor en penumbra, sigilosa, como presintiendo que lo que encontraría no sería agradable, pero deseando en el fondo, que mi sensación se debiera a esa tendencia paranoica que tengo ante lo desconocido.

Hacía un silencio sofocante, común en aquellos días del verano barcelonés, como si el sopor y la quietud de la hora de la siesta se condensaran en una masa espesa que opacaba el sonido a modo de sordina.

Ya el día anterior, al llegar a esta casa, que me daba la bienvenida sin la amabilidad de sus anfitriones y el alboroto de los niños, había tenido la impresión de estar en una escena de esas películas que comienzan con la protagonista llegando a un lugar aparentemente acogedor, que a medida que avanza la trama se convierte en un lugar aterrador.

Al entrar por primera vez, la casa cerrada me ofreció un olor a aire inmóvil, lo bichos merodeaban sin temor a ser perturbados por moradores más civilizados, la luz se abría paso con dificultad, dando esa impresión de casa dormida pero viva, quizás peligrosa o tal vez nido cálido que cobija vidas alegres y plenas, en ese momento ausentes.

Mientras terminaba de instalarme en la habitación de huéspedes, escuchaba el aleteo y grave zureo de las palomas en el exterior de la casa. No podía dejar de visualizar a las bandadas como una horda de ratas aladas, abalanzándose salvajes en busca de comida y cagándose en todo a su paso. Trataba de entender sin conseguirlo, la razón por la cual la gente insiste en alimentar a estos engendros lúgubres como si fueran adorables criaturas. Entonces escuché el sonido seco. Al acercarme descubrí un pequeño pozo de sangre, me detuve. El silencio continuaba dentro de la casa mientras los sonidos exteriores combinados con la visión de la sangre, me permitían formarme una imagen clara o más bien distorsionada de la situación. Al acercarme un poco más, salió de la nada y sin que pudiera anticipar un movimiento, una especie de bola negra con alas batientes, que se desplazaba rápidamente a ras del suelo, dejando en su movimiento violento, un rastro de sangre restregada.

Quedé paralizada en medio del corredor. Cualquier persona en mi lugar, sencillamente hubiese ido tras ella para resolver la situación por exterminio o desalojo. Pero la imagen de aquella figura siniestra me llenó de ese miedo a las sombras que a veces se me mete en el cuerpo. Con cautela, casi flotando sobre el suelo, me desplacé por la casa, descartando lugares dónde hubiese podido esconderse, cerrando puertas y pasadizos de manera de reducir al mínimo espacio posible la búsqueda de esa cosa.

Finalmente el área de búsqueda se redujo al salón. Estaba segura de que estaba allí, quieta, observando mis movimientos como un espectro nocturno que no le teme al mediodía. Busqué, por todos los rincones, con la esperanza de no encontrarla. Después de todo estaba mal herida, tendría sólo que esperar al día siguiente para recogerla muerta.

Limpié la sangre asquerosa, clausuré todo acceso al salón y esperé al día siguiente. Quede así confinada a un sector de la casa, cerrando puertas y ventanas para evitar la presencia de otros visitantes indeseables. En medio de ese encierro voluntario y con la tarea postergada, quedé inevitablemente excluida por mi adversaria a un espacio reducido, igual que ella.

Desde que el hecho me sorprendió justo en aquel pensamiento sobre las palomas, tuve la sensación de que el golpe y la sangre era una respuesta iracunda de ella a mi desprecio, estaba allí como signo macabro que anunciaba una muerte. Esa noche se me apareció en sueños, me atormentaba con su aleteo incesante y me manchaba de sangre mientras procuraba picotearme los ojos y los oídos.

Desperté sobresaltada por las palomas que revoloteaban en el tejado del edificio de enfrente. El sol anunciaba un nuevo día y el apremio por la tarea pendiente. De inmediato, como buena carcelera, fui a pasar revista a la rea. Con suerte estaría tiesa y desplumada. La divisé en un rincón, al lado del sofá, inmóvil. Me puse los guantes de hule dispuesta a recogerla, pero al acercarme, reveló su estrategia de muerte fingida y se vio complacida por mi humillación, cuando salí corriendo despavorida. De reojo, pude ver que tenía cercenada la mitad trasera del cuerpo y parecía tener la energía de los muertos revividos.

Llevé tiempo en recuperarme, enlazaba una imagen con otra y la sensación de angustia se me clavaba en el pecho. El ave maligna se había escondido debajo del sofá, simulaba estar asustada, pero en realidad se alimentaba de mi miedo y se hacía más fuerte. Moví el sofá con cuidado para dejarla al descubierto y me di cuenta con repugnancia cómo había cagado por todos lados marcando el territorio ocupado. Un extraño furor removió mis vísceras, no estaba dispuesta a aceptar esta versión cutre del cuervo de Allan Poe y fui yo quien le dijo a ella nunca más. Entonces, el miedo se convirtió en rabia y emprendí la cruzada contra la paloma negra. Como por obra de dioses oscuros, se movía con rapidez desplegando sus alas o con su paso tintineante y burlón, no había rastros de sangre y su cuerpo estaba entero. Después de muchas persecuciones y hostigamientos, finalmente logré atraparla. Presionaba con mis dedos los delicados huesecillos que conformaban su estructura. Sentía su vulnerabilidad y el placer que da el poder de quitar la vida. Apretaba con más fuerza su cuerpo tibio y suave cuando de repente algo sucedió, la vi tan pequeña e indefensa, con tanto miedo a morir, solitaria y atrapada, que tuve compasión de ella, la saqué por la ventana y la solté. Esperaba que se fuera volando enseguida y sin embargo, cayó al suelo, inmóvil, rígida, con la mirada petrificada de quien ve pasar volando la muerte. Me asusté, cerré rápidamente la cortina y comencé a limpiar todo el reguero.

viernes, 9 de julio de 2010

Canción de cuna para Iratxe

Mareta, mareta, ahir vaig somiar
que una nineta em vares comprar
i jo la tenia, i jo li cantava
la nina plorava que tenia son
.

He tenido la valiosa oportunidad de escuchar un par de veces a Arelys Regnault en una cálida conferencia sobre la importancia de la canción de cuna en el desarrollo integral del niño y la niña. La primera, en la celebración de los 20 años de la Escuela de Música San Antonio de los Altos y en otra oportunidad, en el I Encuentro de Educación Inicial en la misma ciudad.

Sabemos que a finales del segundo trimestre de gestación, el bebé ya puede percibir los sonidos procedentes del exterior, sin embargo, incluso antes, tendrá lo que Arelys llama su primera sala de conciertos, que no es más que los sonidos orgánicos procedentes del interior del cuerpo de la madre. Estos sonidos nos invitan a la polirítmia, formándose todo un ensamble compuesto por la voz y respiración de la madre, sonidos acuosos del líquido amniótico, percusiones del latido cardíaco, etc. Motivo por el cual la musicoterapia utiliza ciertos estímulos sonoros, que podemos encontrar también en la vida cotidiana, y que generan evocaciones y estados regresivos que conducen a la relajación.

La frecuencia de los diferentes sonidos influyen directamente en diversas zonas del cuerpo, por ejemplo, los sonidos agudos trabajan más a nivel cerebral, los medios  a nivel emocional  y los graves a nivel orgánico sobre todo a nivel del bajo vientre. El método Tomatis asocia el registro medio con el lenguaje y la comunicación. Podríamos entonces conectar los problemas de lectoescritura, cada vez más frecuentes en las aulas, con la calidad de la escucha a nivel del oído medio y la emisión vocal. Una de las premisas básicas del método es que la voz contiene sólo lo que el oído capta, así, no se podrá reproducir con la voz un espectro mayor del que el oído puede escuchar. Por lo tanto para conseguir una mejor fonación es imprescindible una adecuada  y consecuente estimulación auditiva. 

Recordemos que el canto requiere de dos partes diferenciadas, la melodía y el ritmo. Un niño que cante por encima del tono que tiene de referencia, muestra un tono muscular excesivamente alto, mientras que un niño que cante por debajo del tono correcto seguramente refleja en su tono muscular más bien laxitud. Por otra parte el ritmo puede verse trastornado por una cantidad de problemas orgánicos, traumatismos posteriores al nacimiento o por saltarse alguna etapa del desarrollo motor. La buena música en general, podría ser utilizada como elemento de estimulación auditiva, la canción de cuna tendría el plus de generar un fuerte vínculo emocional entre el bebé y su cuidador, recalca Arelys, ya que incluye la posibilidad del contacto visual y la caricia, en la manera de tomar en brazos al bebé. Yo agregaría que es  además precisamente esta manera de sostenerlo, de balancearlo y de establecer ese intercambio físico a través de las vibraciones que produce el cuidador al cantar, lo que inscribe en la estructura tónica y emocional del bebé la huella profunda de estar bien contenido y  amado, que después facilitará la evocación inconsciente de esos momentos través del movimiento propio y el ejercicio vocal.
En cuanto al género musical, hay muchas y muy variadas piezas, desde las tradicionales latinoamericanas que todos conocemos hasta la fantástica Summertime de la cual se han hecho las más insólitas versiones y que es la canción de cuna que le canta la nana negra al niño blanco. Dejo aquí también una de mis favoritas del Maestro Otilio Galindez, Mi tripón.

Cada vez que Arelys nos cantaba una canción se producía un silencio casi melancólico, porque quizás la canción de cuna nos cante algo sobre la pérdida, de cuando éramos juntos y no separados de la madre,  pero también nos da la posibilidad de que al cantarle al bebé nos cantemos a nosotros mismos y volvamos a la calma y a la unidad.

Hace unos días nació mi primera sobrina, creo que éste fue el motivo que me impulsó a escribir este post que ya algunas mamás amigas mías me habían solicitado. Recordé, haciendo una recopilación de canciones de cuna para regalarle, una canción de María Rita llamada Menina da lua que me conmueve un montón, será quizás, porque es cantada para una niña y no como ocurre generalmente para un varón. Así que espero tarareando con sentimiento, el momento de poder sostenerla en mis brazos y cantarnos esa canción. O quién sabe, tal vez me anime a escrirle, escribirnos, una.



jueves, 29 de abril de 2010

El niño cabeza de palma

A Lucas,
en su cumpleaños nº 9


Hace mucho tiempo, cuando era común ver la magia manifestarse sobre la tierra, una anciana Warao a punto de morir, enterró una semilla de palma moriche, considerada el árbol de la vida, junto con dos pepas de zamuro, una ramita de canela  y un puñado de granos de  pimienta. Cantó en el lenguaje del bosque tropical tan pausada  y tan sentidamente que una lágrima brotó de su ojo izquierdo y cayó sobre la tierra húmeda recién removida. La misma que le dio cobijo al amasijo durante 9 meses.

Es así como un día de primavera, nació el niño cabeza de palma, que tiene por ojos las dos pepas negras, color canela su piel y un carácter condimentado que a veces pica de alegría en la lengua. Nadie sabe lo que piensa, pero se dice que tiene la cabeza llena de pájaros y a veces en  los días soleados, se los puede ver entrar y salir de los largos cabellos de hojas extendidas,  mientras construyen los nidos donde el niño cabeza de palma  mantiene tibios todos sus sueños.

lunes, 19 de abril de 2010

¿Somos más libres ahora que hace doscientos años?

No pensaba escribir nada sobre el 19 de abril, pero una amiga que está con el llamado proceso revolucionario, puso en su estado del facebook un comentario algo ingenuo en mi opinión, sobre la revolución, la independencia, etc. Y no pude dejar de hacerme la pregunta que encabeza este post.

Yo me pregunto si estamos mejor ahora que siendo colonia española. Supongo que hay una ganancia en cuanto al reconocimiento de la dignidad  de todos los seres humanos, de la pretensión de igualdad y participación popular a nivel de discurso, aunque la pobreza, la exclusión, la polarización, etc,  nos dejen en las mismas. Supongo que es mejor que el saqueo de nuestros bienes y recursos no lo haga un extranjero europeo o estadounidense sino corruptos en todos los estratos sociales, pero eso sí,  locales, de los nuestros. Supongo que es mejor no ser subdito de un rey blanco y lejano, que idólatra de un dirigente vernáculo.

A lo largo de la historia, el ser humano se ha inventado y lo seguirá haciendo, diferentes formas de opresión. En este país hemos estado oprimidos por los colonizadores, los dictadores, las transnacionales, el mercado, el imperio, las luchas políticas. Doscientos años después de la firma del acta que antecede a la gloriosa  independencia del año siguiente, seguimos estando oprimidos, ahora por el hampa, la impunidad, el miedo, la escasez  no sólo de insumos sino también de ética y valores y aunque algunos ni siquiera se den cuenta, oprimidos por el consumo desmedido y la superficialidad.

Libertad es una palabra que nuestra boca pronuncia pero que nadie tiene la menor idea de lo que significa, nos rasgamos las vestiduras pidiendo libertad de expresión y no hacemos sino repetir discursos de otros que a su vez repiten discursos. No puede haber libertad de pensamiento donde hay adoctrinamiento e ideologización. No hay libertad de acceso a la información cuando la información está sesgada y manipulada. No hay libertad de transito cuando vivimos paranoicos y desconfiados por la calle.

Somos esclavos de nosotros mismos, quizás por eso algunos optan por el suicidio como única acción libre en la vida. Quizás la libertad  sólo venga con la muerte, a pesar de que para los cristianos, la iglesia todavía insista en la opresión después de la muerte con infiernos y purgatorios.

¿Libertad? ¿Cuál libertad? Libertad del adolescente que cree que por cumplir 18 años ya es libre. Cuando uno es verdaderamente independiente, no celebra cada año el día en que se fue de casa de su madre, uno hace su vida, madura, integra y hasta perdona. A mí que me digan apátrida o traidora pero es que esto de celebrar derramamientos de sangre, por muy necesarios que sean  para la formación identitaria me parece un exceso de tetosterona.  Quisiera tener en mi imaginario no sólo relatos de opresión, de cuentas pendientes, de autoafirmación bélica. Quisiera tener la sensación de que no me roban, la lluvia, el verdor, la primavera, de que no me roban abril.

jueves, 8 de abril de 2010

Desde la cama

El silencio y el reposo de la convalecencia me han dado en estos días la oportunidad de emprender miniproyectos creativos que tenía rezagados en favor de los quehaceres más urgentes y funcionales. Entre ellos está la apertura de un nuevo blog llamado Voces escarlatas del clan de la cicatriz, como si no bastara este hijo medio huérfano como para ahora engendrar otro. Por lo menos no serán hijos que reclamarán la negligencia de su madre, las ausencias, la falta de alimento. Ahora que lo pienso y siguiendo con el símil de la fecundidad, hubo un macho de mi especie portador de la semilla, que en este caso tiene que ver con la pregunta justa en momento adecuado.

Ocurrió un día de primavera de una manera muy simple, él me preguntó si seguía escribiendo y si todavía estaba interesada en el arte. Aquello fue como si la línea del tiempo se encogiera toda en un único punto que resumiera toda mi vida. Es difícil de explicar, algo así deben ser las iluminaciones o el instante último justo antes de morir, o el flechazo fulminante de Eros cuando te paras frente al otro y dices: “toda mi vida tiene sentido si era para llegar hasta aquí”.
Alguien que no me ha visto en 7 años, me devuelve una imagen de mí misma que recién ahora me atrevo a mirar. Si hace tanto tiempo mi interés me inclina hacia un lugar, ¿cómo es que todavía no me lo tomo en serio?

Entonces la semilla cayó en tierra fértil, brotó y dio fruto, no sé si va a ser al ciento por uno, pero  en todo caso en este tiempo pascual no quiero volver a pecar contra mí, en la acepción de pecado que significa desatino, poner la voluntad y la energía en una cosa equivocada. Y mira que cuesta, ya lo dijo Santa Teresa.
" Me tienen atada los pretextos del mundo y no puedo seguir la llamada de Dios."
Voces escarlatas del clan de la cicatriz  es un territorio que pretende convocar la voz de lo femenino mujeril, un espacio de encuentro entre valquirias que con sus palabras nos curan y dan hidromiel al alma cuando hemos caído en batalla.
Por lo pronto iré con mis pies descalzos por el bosque de palabras a ver qué me encuentro, espero que sean sabias brujas que me recuerden que lo único que quiero en la vida es ser soberana de mi propio destino. ¿Quién se anima?

domingo, 7 de febrero de 2010

Avatar: El drama del antropocentrismo


Merece la pena hacer una reseña de la película que superó el record de Titanic, y se ha convertido en la película más taquillera de la historia cinematográfica. La película es bastante fabuloide, en el sentido de la fábula, con personajes que parecen animales pero muestran características humanas y contiene, en este caso de forma excesivamente explícita, una moraleja.

Basado en el discurso ecologista de moda, con un despliegue de imágenes de alta resolución, una superproducción millonaria, la creación extraordinaria de un mundo paralelo, que nada tiene que envidiarle a la Tierra Media del Señor de los Anillos, con la mezcla de romance, acción y exacerbación del sentimiento gregario e indignación ante la injusticia, Avatar tiene todos los ingredientes para el entretenimiento y para vender la ilusión de que con sólo sentimiento y buenas intenciones un mundo mejor es posible. Así el espectador, satisfecho, puede dormir tranquilo mientras todo sigue igual en el mundo real.

Están bien definidos y sin matices el bien y el mal, los opresores y los oprimidos, los inocentes y los verdugos, lo natural y lo artificial. El dualismo característico del pensamiento occidental, que nos deja seguros y nos permite situarnos en posiciones políticamente correctas y sin identificarnos con la sombra que todos llevamos dentro. Y por supuesto entre dos aguas, el personaje central, nuestro héroe híbrido, con lo mejor de los dos mundos cuerpo na' vi y mente humana.

Existen tres grupos dentro del film: los supermalos representados por los militares y la compañía “transplanetaria”, los buenos, es decir, científicos verdes con los que se podría identificar a cualquier ONG y los inocentes aborígenes que bien podrían ser del Amazonas como de África. Curioso que se nombre a Venezuela: “Venezuela, that was some mean bush” y no aparezca en los subtítulos.

A decir verdad no hubo nada que me conmoviera, ni siquiera en los momentos más cumbres, me fastidió un poco el trillado mito del guerrero que más guerrea, vence al dragón y se queda con la princesa, que la fuerza fuese la vara con que se mide la dignidad de un miembro del clan que ha traicionado al pueblo, y me indigna, que los líderes no puedan salir del mismo pueblo sino que se necesite un mesías todopoderoso, importado además, al que traten como un dios por realizar una hazaña que ninguno de ellos está destinado a llevar a cabo, queriéndonos transmitir que al final ese tipo de colectivos conectados con la naturaleza, tienen una conciencia mágica, no una conciencia crítica y que ante la opresión han de responder con el grito “ esta tierra es nuestra” (discurso que también usa el opresor) como si tuviéramos de verdad el derecho de poseerla y no el deber de defenderla por ser parte de ella.

Más allá de su piel azul, su estatura, su cuerpo felino y su conexión con la madre naturaleza, los na' vi, en lo que se refiere a la manera jerárquica de organización, y toda su emocionalidad: los sentimientos de envidia, celos, enamoramiento, estrategias de juego y seducción, etc son idénticos a sus homólogos blancos, por algo son llamados humanoides.

Por último, tenemos una deidad que decide intervenir en los acontecimientos de la historia, organizando al mundo animal, tomando partido en la guerra por los más débiles y revirtiendo la injusticia. Pero en el mundo real los animales no pueden defenderse sino que se extinguen, al igual que los recursos naturales se acaban y la tierra de vez en cuando se sacude llevándose por delante a justos y pecadores.

En el momento más dramático, justo antes del gran milagro, cuando todo estaba perdido pensé: “ la película debería acabar aquí, con este genocidio, pero no, tendrá un final feliz porque sin final feliz no hay taquilla” y así fue, la madre salva a sus hijos predilectos, demasiado parecidos a nosotros, gracias a la “oración en el huerto” que el Elegido hace en aparente acto de humildad pero que esconde nuestra convicción de ser el centro de la creación, el ombligo del universo. Pero en las circunstancias actuales, la naturaleza no hará nada para salvarnos de nosotros mismos sino que al paso que vamos, nos extinguiremos, a menos que logremos interpelarnos y reconozcamos que no somos muy diferentes de los supermalos. Cada vez que lanzamos basura y malgastamos los recursos por creer que si están allí tenemos el derecho a tomarlos, cada vez que somos indiferentes a la opresión y a la injusticia, o despreciamos a la gente por su procedencia, religión o tendencia política y nos creemos superiores a los otros e irrespetamos las diferencias, cada vez que la prioridad es obtener el máximo de ganancia a costa de lo que sea o de quien sea y bajo la apariencia del humanitarismo nos aprovechamos de los demás, somos Quaritch, ese depredador despreciable militar, blanco y gringo con el que el guión no permite que nos identifiquemos.

Hay que reconocer la capacidad de James Cameron de mezclar elementos mitológicos de diferentes culturas y elementos claves de diferentes películas de manera de enganchar emocionalmente al espectador con referencias casi arquetípicas, pero no olvidemos que es desde Hollywood, la máquina de fabricar ilusiones, que nos traen este regalito y que pese a la aparente intención autocrítica, el cine hollywoodense es en su esencia un producto de consumo, entonces habría que preguntarse cuál es el discurso que nos están vendiendo y si estamos dispuestos a comprarlo.

viernes, 15 de enero de 2010

Propósitos de año nuevo, metas, deseos y demás menesteres

Creer en mí por sobre todas las cosas
Prescindir de mi colección de certezas
Juntar todos mis territorios
Escuchar el llamado de mi alma,
la pulsión del corazón
Tomar más vino y brindar a la salud de los ausentes
Pasar del sentimiento amor a la acción de amar
Ser fiel a mí misma con dedicación
Caminar en verdad y sin soberbia
Equivocarme con fuerza
Invitarme a la vigilia con un ojo hacia adentro y otro hacia afuera
Aumentar un par de kilos
Encontrar el alimento adentro y darme de comer
Ser más supersticiosa y cursi
Reír a carcajadas
Conservar mi cabeza libre de piojos y temores
Devolverme por abrazos de último momento
Entrenarme en el vicio de jugar y perder el tiempo
Trabajar como una hormiga, cantando como cigarra
Pensarme en otra lengua
Dejar tareas inconclusas, no llegar temprano a las citas
Buscar hasta encontrar
Por último, después de todo y no por ello menos primordial
llevarte en el corazón como se lleva a los muertos
recordados y queridos pero sin tiempo
con rostros difusos y sacramentales olvidados
sin apego, a golpe de deseo ceniciento.