domingo, 16 de enero de 2011

Arácnida

Aprendí a tejer a los 8 años. No heredé la enseñanza ni de mi  madre, ni de mi abuela. Una vecina de origen andino se ofreció a enseñarme en su casa y yo aprendí rápidamente como si mis dedos vinieran programados desde lejanos tiempos para hacer esta labor. Me gusta hacerlo con ganchillo, sutil y disimulado. Con las  grandes agujas pierdo el ritmo y el tejido se me hace eterno. 

Al principio, los diseños eran siempre circulares, luego aprendí a tejer piezas separadas que después unía con agujas de coser punta roma y el mismo estambre. Al igual que la escritura y la pintura, siempre vuelven las ganas de tejer, sobre todo en momentos de repliegue sobre mí misma, como si con cada punto me fuera armando por dentro en una estructura armónica y regular,  o  hiciera una piel de estambre mullida y tibia a sabiendas de que la que tengo ya no me sirve y es hora de mudarla.

Soy tejedora. Voy entrecruzando los hilos de mi historia, sólo a través del retículo mi vida cobra sentido y las cosas pueden conectarse. Voy tejiendo una red de vínculos que mantienen tenso el hilo, urdimbre de relaciones, mis hilos y los ajenos en un entrelazado delicado y resistente.

Pero tejer tiene también este lado oscuro, el del liar compulsivo, la acción vehemente y ciega de lazar y retener. La ilusión del poder entre las manos de hacer de un hilo casual una terca red, sin más propósito que la saciedad del hambre pulsátil, de sortear la constante incertidumbre.  Así, mueren insectos, peces y hombres. Rodeados, engañados por la belleza del tejido, del ensueño y la seguridad de la fibra envolvente. Mientras la araña, atrapada en la acción que la define, sigue tejiendo aunque se indigeste con el falso alimento que la deja aun más necesitada.

¿Puede Aracne librarse de la condena de tejer?
Aferrada al vaivén incesante del punto de crochet
es presa de la repetición, de la trama circular
Quizás ha de procurarse la inmovilidad, matarse de hambre
Halar, casi sin darse cuenta, el hilo resistente a deshilvanarse
en el umbral de la ausencia
La entrega al vertiginoso deshacerse del tejido
La nada que se traga la forma
El hilo deforme, la  maraña entre las manos
Sin saber qué hacer con esto que antes era simetría y orden
Y que ahora es sólo caos y memoria constreñida
Sé que no hay vuelta atrás
La red está deshecha.
Tratar de desenredar el ovillo es inútil
El hilo no tiene final ni comienzo
Un extremo, sólo uno, bastaría para recaer y recomenzar
Así que de este vacío hecho de enredos
me columpio en el indomable desasosiego
me hago un brocado de nudos donde espero
Y me sueño crisálida
Y me sé siempre araña.

miércoles, 5 de enero de 2011

Año nuevo, la vida continúa.

Es usual al principio de un nuevo año hacer una lista de buenos propósitos. Con algunos muy concretos de la lista del año pasado me fue muy bien, aumenté un par de kilos y tomé vino hasta el cansancio, desplegué mi lado cursi y supersticioso sin ningún pudor, en algunos cuentos que escribí; reí a carcajadas con tanta intensidad como lloré; logré llegar tarde a alguna cita, pero ese no vale porque en esta ciudad, el tráfico está favor de ese propósito. Con otros, me he dado cuenta de que llevarán un poco más de tiempo y con algunos, que son trabajo de toda la vida, de año tras año.

Así que este año he decidido no tener ningún propósito, o por lo menos sólo los mínimos necesarios, que no escribiré aquí. Pero sí  muchos deseos, quiero desear sin tener sobre mis hombros la carga de la omnipotencia, lo quiero todo regalado, quiero poder  sorprenderme y agradecer, que el deseo sincero de corazón, sin lucha y sin esfuerzo, sea suficiente para dejarme llevar hasta su consumación.

Así que aquí va mi lista:

1. Dejar de lado los porqués.
2. Ser feliz con benevolencia.
3. No contribuir con mi juicio a ampliar el círculo de los excluidos.
4. Resistir a la ilusión de creerme mejor que los demás.
5. Soltar y saltar al vacío.
6. Orar, bailar y cantar, que son un poco lo mismo.
7. Rendir tributo a Dioniso.
8. Llevar a tope mi sentimiento primario.
9. Vivir plenamente los tiempos que me correspondan.
10. Acogerme con ternura.
11. Expresarme con claridad y sencillez, sin sigilo ni artificio.
12. Entregarme al suceder, con los ojos y el corazón abiertos.
13. Discernir lo que depende de mi voluntad y dirigirla con acierto.
14. Cortar el círculo de las repeticiones obsoletas.
15. Agradecer cada día con todo lo que trae.
16. Saber cuándo es tiempo de irse de los lugares y no alargar las despedidas.
17. Pedir a cada quien sólo aquello que puede dar.
18. Que se cumplan todos los deseos que pedí con las uvas de las 12.

Si se me van ocurriendo otros pues los iré agregando, que desear se puede hacer durante todo el año y éste apenas comienza.