Creer en mí por sobre todas las cosas
Prescindir de mi colección de certezas
Juntar todos mis territorios
Escuchar el llamado de mi alma,
la pulsión del corazón
Tomar más vino y brindar a la salud de los ausentes
Pasar del sentimiento amor a la acción de amar
Ser fiel a mí misma con dedicación
Caminar en verdad y sin soberbia
Equivocarme con fuerza
Invitarme a la vigilia con un ojo hacia adentro y otro hacia afuera
Aumentar un par de kilos
Encontrar el alimento adentro y darme de comer
Ser más supersticiosa y cursi
Reír a carcajadas
Conservar mi cabeza libre de piojos y temores
Devolverme por abrazos de último momento
Entrenarme en el vicio de jugar y perder el tiempo
Trabajar como una hormiga, cantando como cigarra
Pensarme en otra lengua
Dejar tareas inconclusas, no llegar temprano a las citas
Buscar hasta encontrar
Por último, después de todo y no por ello menos primordial
llevarte en el corazón como se lleva a los muertos
recordados y queridos pero sin tiempo
con rostros difusos y sacramentales olvidados
sin apego, a golpe de deseo ceniciento.
viernes, 15 de enero de 2010
lunes, 28 de diciembre de 2009
El Anillo
Era un día soleado cerca de la hora del mediodía, ante mí el camino se abría ancho y serpenteante. Había árboles de altas copas a lado y lado del camino, que dejaban ver un cielo azul despejado, a pesar de ser época invernal.
Yo caminaba pausadamente sin poder ver el final del sendero y sin embargo iba tranquila y confiada. De repente, encontré bajo mis pies una colina, desde donde podía divisar a lo lejos un pequeño poblado hecho de piedra. Bajé por la colina, caminé por las calles empedradas y solitarias, que bañadas de sol de mediodía, no podían mantener en ellas a lugareños ni forasteros.
La campana de la torre de la iglesia anunciaba la una. Encandilada por el sol, alcancé a ver una casita con la puerta abierta. A medida que me acercaba me di cuenta de que era una especie de quincalla, con objetos de aparente poco valor: un guijarro roto, conchas marinas, un tronco hueco, catalejos, brújulas, plumas y cera para lacrado, pergaminos y papiros, libros polvorientos, objetos medievales de cocina… En un rincón un objeto tubular llamó mi atención, al acercarme supe que era un caleidoscopio que me permitía ver mi entorno de maneras diferentes, entonces entendí que el lugar era un depósito de objetos mágicos. Al instante una anciana con el cabello largo y gris, salió del fondo del lugar. Su mirada era escrutadora y su semblante no dejaba percibir si era inofensiva o peligrosa. Seguí examinando el caleidoscopio y comprendí que tenía la propiedad de dejar ver más allá de lo aparente, como si con él se pudiera entrever la naturaleza de las cosas y de esta manera aproximarse con confianza a eso sospechoso, desconocido o incierto que tienen los objetos, las personas y las situaciones.
Estaba claro que ese era el objeto que me llevaría de aquel lugar, un objeto peculiar, hermoso y sumamente necesario. Pero ocurría que tenía que dejar algo a cambio a la anciana, no tenía nada de valor material conmigo, no se me ocurría un gesto intangible que equiparara el valor del objeto escogido. Entonces recordé mi anillo de bodas y tuve la certeza, no sin cierta resistencia, de que debía dejarlo allí, desprenderme de un objeto preciado por otro. Así lo hice y salí de la tienda de objetos mágicos con la sensación de haber hecho lo correcto. Y con mi caleidoscopio en la mano, seguí caminando.
Hoy, cuando la vida parece abrirse paso hacia lugares inciertos, al igual que en esta visualización de la Psicoterapia Gestalt, entrego mi anillo de boda y lo cambio por la posibilidad de comprender desde las vísceras y el corazón la naturaleza del amor, de poder depositar de nuevo y aun con mayor libertad, mi confianza en el otro y por la esperanza de acabar llegando a un lugar donde realmente me estén esperando.
Yo caminaba pausadamente sin poder ver el final del sendero y sin embargo iba tranquila y confiada. De repente, encontré bajo mis pies una colina, desde donde podía divisar a lo lejos un pequeño poblado hecho de piedra. Bajé por la colina, caminé por las calles empedradas y solitarias, que bañadas de sol de mediodía, no podían mantener en ellas a lugareños ni forasteros.
La campana de la torre de la iglesia anunciaba la una. Encandilada por el sol, alcancé a ver una casita con la puerta abierta. A medida que me acercaba me di cuenta de que era una especie de quincalla, con objetos de aparente poco valor: un guijarro roto, conchas marinas, un tronco hueco, catalejos, brújulas, plumas y cera para lacrado, pergaminos y papiros, libros polvorientos, objetos medievales de cocina… En un rincón un objeto tubular llamó mi atención, al acercarme supe que era un caleidoscopio que me permitía ver mi entorno de maneras diferentes, entonces entendí que el lugar era un depósito de objetos mágicos. Al instante una anciana con el cabello largo y gris, salió del fondo del lugar. Su mirada era escrutadora y su semblante no dejaba percibir si era inofensiva o peligrosa. Seguí examinando el caleidoscopio y comprendí que tenía la propiedad de dejar ver más allá de lo aparente, como si con él se pudiera entrever la naturaleza de las cosas y de esta manera aproximarse con confianza a eso sospechoso, desconocido o incierto que tienen los objetos, las personas y las situaciones.
Estaba claro que ese era el objeto que me llevaría de aquel lugar, un objeto peculiar, hermoso y sumamente necesario. Pero ocurría que tenía que dejar algo a cambio a la anciana, no tenía nada de valor material conmigo, no se me ocurría un gesto intangible que equiparara el valor del objeto escogido. Entonces recordé mi anillo de bodas y tuve la certeza, no sin cierta resistencia, de que debía dejarlo allí, desprenderme de un objeto preciado por otro. Así lo hice y salí de la tienda de objetos mágicos con la sensación de haber hecho lo correcto. Y con mi caleidoscopio en la mano, seguí caminando.
Hoy, cuando la vida parece abrirse paso hacia lugares inciertos, al igual que en esta visualización de la Psicoterapia Gestalt, entrego mi anillo de boda y lo cambio por la posibilidad de comprender desde las vísceras y el corazón la naturaleza del amor, de poder depositar de nuevo y aun con mayor libertad, mi confianza en el otro y por la esperanza de acabar llegando a un lugar donde realmente me estén esperando.
sábado, 10 de octubre de 2009
Por haberlo visto

El jueves 8 de octubre se estrenó en el sótano 1 de Parque Central, el montaje Por haberlo visto, basado en poemas de Juan Carlos de Petre, fundador y director del grupo Altosf. Me ha costado poner en palabras todo el recorrido histórico-emocional- esencial que significó para mí ese día. Creo que después de casi un mes de haber asistido al estreno, el inicio de este mes de noviembre que arranca con la fiesta de los santos y los difuntos me da algunas luces.
La sensación desde la antesala hasta que puse la cabeza en mi almohada era de reencuentro y resumen de la vida, más allá de la circunstancias y las historias, e incluyéndolas también. Cada persona convocada tenía un nombre y un vínculo con ese espacio y el resto de las personas en diferentes grados y matices. Como ocurre en esas fiestas comemorativas y también en los velorios, en que la gente se reencuentra después de mucho tiempo. El tiempo había pasado, ya no éramos los mismos y sin embargo persistía la memoria del abrazo fraterno, la alegría de estar juntos, la sensación de estar en casa.La obra en sí misma es evocadora pero no desde la nostalgia sino desde la Esperanza, con mayúsculas, que no es ilusión sino memoria de la posibilidad. Eso es lo que consigue la poesía, recordarnos la voz del alma, mostrarnos el camino de regreso a la fuente. Y en este sentido entonces ser capaz también de mostrar una visión, un recorrido vital, una historia particular y todas las historias humanas al mismo tiempo. Una historia que comienzó antes de nosotros y continuará mucho después de nosotros pero aun con nosotros.
La música fue otro elemento que me sorprendió gratamente, con voz propia como el texto, a la vez distinta y junto a él. Sumado a la poesía y la música, estaban el movimiento, la voz, el color, la luz, la expresión, el resultado una creación hermosa, simple y profunda "un concierto de almas recitando en el teatro" con gran valor dramatúrgico.
Además de convocar gente, la obra convocaba otras obras, pasadas y queridas. Recordé también a los ausentes, a los que ya no están entre nosotros y a los que no pudieron asistir. Todos ellos estaban también allí. Me imagino que así debe ser "la comunión de los santos", una congregación de personas que acuden al llamado de ser fieles a sí mismas, de escuchar un susurro en su alma, de re-unirse más allá del tiempo y del espacio y crear lugares de salvación, ser pequeños fueguitos, como dice Galeano, que mantengan encendida la Esperanza en este mundo que se cae a pedazos.
Dice Marcopolo, un personaje de Las ciudades invisibles, de Ítalo Calvino:
"El infierno de los vivos no es algo por venir, hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio"
Aceptemos el riesgo, no estamos solos, estemos atentos y vigilantes. Demos espacio a la creación. Yo creo en la posibilidad, por haberlo visto.
viernes, 18 de septiembre de 2009
Patria nuestra
“La patria es el sabor de las cosas que comimos en la infancia”Así comienza su post Fiera Patria, Angeles Mastretta, citando al poeta Guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, a quien no he tenido el gusto de leer. Me gustó la frase y recordé que cuando era niña no me gustaba mucho comer y que quizás la falta de abundancia de sabores memorables de la infancia tenga que ver con esta especie de desarraigo que a veces me ocurre, no por falta de conexión sino por falta de correspondencia de esa conexión con un territorio geográfico exclusivo.
Nací en Venezuela y me siento venezolana, no en el pleno sentido idiosincrático sino en el de sentirme llamada a construir este país, en el sentido de que me duelen sus dolores y me alegra cuando podemos mostrar al mundo más que reinas de belleza y petróleo, por no mencionar otros males. Mi patria en su acepción “tierras de los padres” es Colombia, donde pasé los últimos años de mi infancia y cuya cercanía hacía que Macondo me fuera tan divertidamente familiar. Mis recuerdos infantiles se pasean entre los Aliados de los Andes en los puestos de dulces de Caracas, las Cachapas del Junquito, los raspaos, el mango verde con sal a la salida de la escuela, las Alegrías que vendían las palenqueras por las calles de Barranquilla, las arepas de huevo de Luruaco… Más tarde, cuando aprendí a compartir la mesa la comida supo mejor. Tal vez entonces la idea de patria esté siempre en construcción y vaya más allá de la nacionalidad y las fronteras, los símbolos patrios, los espacios geográficos y las tradiciones y tenga que ver con un sentido de pertenencia más profundo.
La lengua materna hace una diferencia, la patria son los sabores de la infancia y la lengua que compartimos, la de los cuentos que nos contaron, los infantiles y los de la Historia. Agradezco enormemente la lengua castellana, que mis antepasados le impusieron a mis antepasados y que además de ser la lengua de Cervantes, es también, por fortuna, la lengua de Borges, Cortázar, Rulfo, García Márquez… Sin embargo, me gusta cantar en Inglés, adopté el Catalán como segunda lengua después de bien vivir en Cataluña, y si me dieran a escoger una lengua que aprender por puro placer, aprendería Portugués ya que encuentro que la “saudade” no es posible expresarla en otro idioma.
Soy en suma latinoamericana, cuya característica principal en toda su gama variopinta es que somos en mayor o menor grado mestizos. Mezcla de estos con aquellos, entonces, ¿no es la patria también un conjunto a veces dispar y contradictorio de referentes territoriales y culturales? ¿No tenemos los latinoamenricanos, hijos de todos lados, la posibilidad de una sensibilidad mestiza que amplíe la noción de patria en la construcción de nuestra identidad?
Patria es una palabra difícil, que no se refiere sólo a mapas y días de independencia. ¿Dónde está mi patria? A veces me parece del tamaño del mundo y otras el espacio efímero de un abrazo en el que podemos decir “nosotros”.
Termino con una canción de Jaime Sisa que me envió un amigo desde Venezuela cuando recién me mudé a Barcelona
“Oh ! Benvinguts ! Passeu, passeu,
de les tristors en farem fum.
Que casa meva és casa vostra
si és que hi ha cases d'algú.”
sábado, 25 de julio de 2009
Cumploaños feliz

Atrás quedó la época en que la edad era sinónimo de respeto y los más ancianos eran miembros privilegiados del clan. Si bien es fundamental que cada generación valore su propia experiencia y encuentre su propia manera de hacer, también es importante ponerla en continuidad con el pasado que la sustenta, no para venerarlo o preservarlo intacto sino para ser capaz de re-crear con la herencia recibida. Me encontré en estos días con un texto de Eduardo Galeano que lo ilustra así:
“ A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos. Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.
Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y la incorpora a su arcilla.”
La exacerbación de valores como la eterna juventud y el culto a la imagen, unida a la incertidumbre y la poca valía de la población fuera del sistema de producción, hacen que ser viejo hoy sea sinónimo de ser inútil y desechable. No es que me sienta vieja, al contrario el mejor momento de mi vida es ahora, y espero poder seguir repitiendo esta frase hasta el final de mis días. Pero es evidente que voy envejeciendo, sólo le pido a Dios hoy en mi cumpleaños número 35 poder envejecer con dignidad y sin vergüenza, que cada etapa de mi vida esté llena de experiencias que me hagan más persona, que recuerde cada día que amar es don y decisión y que no olvide que conocerme a mí misma y aceptarme como soy es el mayor de los éxitos.
De ser así seguiré teniendo siempre un cumpleaños feliz.
lunes, 18 de mayo de 2009
Mario Benedetti: Ser y estar

Al principio, él era, como yo no lo sabía, no estaba.
Tenía unos catorce años cuando escuche por primera vez las palabras de Mario Benedetti en la voz de Soledad Bravo. Son de esas cosas que te llevan a tierra e impresionan el alma uno no sabe ni cómo ni por qué, pero a veces en algunas situaciones que no logro ahora recordar se dispara en mi memoria la sensación de indignación y aparecen las palabras en mi mente "¿De qué se ríe?, ¿De qué se ríe?". Como muchos, mis primeras aproximaciones a Benedetti fueron a través de la música o el cine. Recité hasta el cansancio Táctica y estrategia, canté desde mi silla Te quiero a todo pulmón con el Orfeón en las graduaciones de la universidad y lo hice también en mi boda. A lo largo de mi vida, los encuentros con sus textos son como una inesperada y gratuita revelación, desde siempre me asombró y todavía lo hace, la capacidad de predicar en forma diáfana y simple esa especie de amor subversivo, de sutil resistencia que remueve el alma y las vísceras, que invita a " no reservar del mundo sólo un rincón tranquilo ".
La muerte es una circunstancia, inevitable, necesaria y difícilmente aceptable, sólo queda el hecho de haber vivido adrede, con pasión, coherencia y de eso Benedetti es un maestro. Así que mientras conjugamos "yo nostalgio, tú nostalgias" al menos podremos ir encontrando, reencontrado y conociendo a Mario a través de una amplia obra que nos permite retornarle las palabras "...es tan lindo saber que usted existe, uno se siente vivo..."
Por tanto, compañero, seguimos contando con vos,
con tu boca que es tuya, mía, nuestra
con todos nuestros rostro de vos.
Al final él no está, pero es.
Tenía unos catorce años cuando escuche por primera vez las palabras de Mario Benedetti en la voz de Soledad Bravo. Son de esas cosas que te llevan a tierra e impresionan el alma uno no sabe ni cómo ni por qué, pero a veces en algunas situaciones que no logro ahora recordar se dispara en mi memoria la sensación de indignación y aparecen las palabras en mi mente "¿De qué se ríe?, ¿De qué se ríe?". Como muchos, mis primeras aproximaciones a Benedetti fueron a través de la música o el cine. Recité hasta el cansancio Táctica y estrategia, canté desde mi silla Te quiero a todo pulmón con el Orfeón en las graduaciones de la universidad y lo hice también en mi boda. A lo largo de mi vida, los encuentros con sus textos son como una inesperada y gratuita revelación, desde siempre me asombró y todavía lo hace, la capacidad de predicar en forma diáfana y simple esa especie de amor subversivo, de sutil resistencia que remueve el alma y las vísceras, que invita a " no reservar del mundo sólo un rincón tranquilo ".
La muerte es una circunstancia, inevitable, necesaria y difícilmente aceptable, sólo queda el hecho de haber vivido adrede, con pasión, coherencia y de eso Benedetti es un maestro. Así que mientras conjugamos "yo nostalgio, tú nostalgias" al menos podremos ir encontrando, reencontrado y conociendo a Mario a través de una amplia obra que nos permite retornarle las palabras "...es tan lindo saber que usted existe, uno se siente vivo..."
Por tanto, compañero, seguimos contando con vos,
con tu boca que es tuya, mía, nuestra
con todos nuestros rostro de vos.
Al final él no está, pero es.
viernes, 24 de abril de 2009
La princesa, el caballero y el dragón

Muchas son las versiones de la trama que este trío protagoniza en los cuentos de hadas de occidente y mucho el daño que han hecho en una sociedad androcéntrica que haciendo una interpretación literal, asigna la languidez e indefensión a lo femenino, la gallardía, la valentía a lo masculino y teme a la violencia y la ferocidad. El resultado han sido mujeres que esperan ser rescatadas, hombres que tienen que probar constantemente su fuerza y su poder. O por el contrario, ante una realidad donde lo femenino se reivindica desde los valores masculinos, encontramos mujeres que reniegan de cualquier manifestación del estereotipo femenino y hombres que han perdido el norte porque ya no hay a quien salvar. Entender qué significa ser hombre o ser mujer hoy, integrar lo femenino y lo masculino en el proceso de cada individuo para convertirse en persona y diferenciarlo de la asignación de roles, es una larga tarea que apenas comenzamos a vislumbrar.
Yo que he pasado por el veto a los cuentos de hadas y que sin embargo, encuentro en los relatos algo magnético que me mantiene en ellos y después de leer el análisis que Clarissa Pinkola Estés hace de los relatos en su libro Mujeres que corren con los lobos, me atrevo, si se me perdona el atrevimiento, a hacer un ejercicio de lectura de la leyenda de San Jorge que vaya más allá de los estereotipos. Hay versiones de esta leyenda en distintos países, cada país se la adjudica a sí mismo. La que conozco más de cerca es la catalana, donde se le llama Sant Jordi. Escogeré esta versión como referencia y agregaré un elemento que a veces se nombra y otras no, la fuente de agua.
Cuenta la leyenda que en Montblanc, un dragón terrible hizo su nido en la fuente de agua que abastecía al poblado y además hacía estragos en casas y ganado. Para apartarlo de la fuente los habitantes diariamente le ofrecían en sacrificio a una persona escogida por sorteo. Un día la suerte señaló a la hija del rey. Todo el pueblo estaba entristecido por la suerte que correría la princesa pero ella aceptó su destino y fue al encuentro del dragón. Cuando estaba a punto de ser devorada, apareció San Jorge con su armadura y su lanza montado a caballo, se enfrentó al dragón, dándole muerte y salvó a la princesa. De la sangre del dragón brotó una rosa que San Jorge le regaló a la doncella. Es así como cada 23 de abril, día de Sant Jordi, tradicionalmente en Cataluña las chicas reciben de los chicos una rosa y los venderores de flores “hacen su agosto” como diríamos en Venezuela. Además la fecha concuerda con el día del libro así también se regalan libros y los libreros también quedan contentos. La verdad es que echo de menos aquel festival de libros y flores que toma la ciudad y en el que uno se va de shopping literario y tanto libros como rosas son regalos bien recibidos.
Pero volviendo al cuento, el ejercicio consiste, no en hacer paralelismos entre personajes masculinos/femeninos y hombres/ mujeres sino intentar ver a todos los personajes como parte de la estructura psíquica de la misma persona. El agua de la fuente es símbolo de vida y creación, no es casual que el dragón intente dominarla. Este dragón es energía pura que puede ser usada en su violencia, tanto para la creación como para la destrucción, así como el fuego puede calentar o arrasar todo a su paso. En el relato esta energía está fuera de control y se convierte en depredadora de la psique, en esa sombra que aniquila cualquier intento de crear, que empuja a tendencias autodestructivas, que bloquea el acceso a la fuente y disipa cualquier intento de llevar un proyecto adelante, que devora la consciencia de la propia valía, que infunde miedo y nos consume la vida misma.
La princesa es el alma o anima, lejos de ser indefensa es quizás la más sabia, ella sabe que al depredador no se le puede simplemente ignorar o tratar de apaciguar cediendo pequeñas parcelas del ser, para vencer a la sombra es necesario mirarla de frente y salir a su encuentro. Es ella, el alma, con su determinación la que provoca un movimiento dentro de la psique y este movimiento, esta acción ejecutora de los intereses del anima es representada por el caballero o animus. Sin la audacia y el riesgo del alma no surge la urgencia de la acción, la voluntad de hacer, el brazo ejecutor de aquello que se ha visto. Cuando anima y animus están equilibrados y sanos, el depredador es neutralizado y la vida creativa no se queda en la idea sino que es también acción. El animus es el encargado de afirmar y ejecutar en el mundo exterior aquello que el anima ha gestado en el mundo interior.
De esta manera el caballero termina la labor comenzada por la doncella y el dragón, muere en su forma destructiva y se transforma en vida y belleza con la misma fuerza y contundencia pero con otro propósito. No se trata simplemente de exorcizar un mal, de hacer como si la sombra que todos tenemos no existiera, tratando de reprimirla o matarla sino de incorporarla, utilizar todo su potencial para otra expresión, en este caso la rosa.
Me gusta pensar en el gesto de recibir o dar la rosa, más que como un gesto romántico, como símbolo de la posibilidad de transformación, de la vida que se impone sobre la muerte, de esperanza y creación sobre todo en estos días de fiesta pascual.
Yo que he pasado por el veto a los cuentos de hadas y que sin embargo, encuentro en los relatos algo magnético que me mantiene en ellos y después de leer el análisis que Clarissa Pinkola Estés hace de los relatos en su libro Mujeres que corren con los lobos, me atrevo, si se me perdona el atrevimiento, a hacer un ejercicio de lectura de la leyenda de San Jorge que vaya más allá de los estereotipos. Hay versiones de esta leyenda en distintos países, cada país se la adjudica a sí mismo. La que conozco más de cerca es la catalana, donde se le llama Sant Jordi. Escogeré esta versión como referencia y agregaré un elemento que a veces se nombra y otras no, la fuente de agua.
Cuenta la leyenda que en Montblanc, un dragón terrible hizo su nido en la fuente de agua que abastecía al poblado y además hacía estragos en casas y ganado. Para apartarlo de la fuente los habitantes diariamente le ofrecían en sacrificio a una persona escogida por sorteo. Un día la suerte señaló a la hija del rey. Todo el pueblo estaba entristecido por la suerte que correría la princesa pero ella aceptó su destino y fue al encuentro del dragón. Cuando estaba a punto de ser devorada, apareció San Jorge con su armadura y su lanza montado a caballo, se enfrentó al dragón, dándole muerte y salvó a la princesa. De la sangre del dragón brotó una rosa que San Jorge le regaló a la doncella. Es así como cada 23 de abril, día de Sant Jordi, tradicionalmente en Cataluña las chicas reciben de los chicos una rosa y los venderores de flores “hacen su agosto” como diríamos en Venezuela. Además la fecha concuerda con el día del libro así también se regalan libros y los libreros también quedan contentos. La verdad es que echo de menos aquel festival de libros y flores que toma la ciudad y en el que uno se va de shopping literario y tanto libros como rosas son regalos bien recibidos.
Pero volviendo al cuento, el ejercicio consiste, no en hacer paralelismos entre personajes masculinos/femeninos y hombres/ mujeres sino intentar ver a todos los personajes como parte de la estructura psíquica de la misma persona. El agua de la fuente es símbolo de vida y creación, no es casual que el dragón intente dominarla. Este dragón es energía pura que puede ser usada en su violencia, tanto para la creación como para la destrucción, así como el fuego puede calentar o arrasar todo a su paso. En el relato esta energía está fuera de control y se convierte en depredadora de la psique, en esa sombra que aniquila cualquier intento de crear, que empuja a tendencias autodestructivas, que bloquea el acceso a la fuente y disipa cualquier intento de llevar un proyecto adelante, que devora la consciencia de la propia valía, que infunde miedo y nos consume la vida misma.
La princesa es el alma o anima, lejos de ser indefensa es quizás la más sabia, ella sabe que al depredador no se le puede simplemente ignorar o tratar de apaciguar cediendo pequeñas parcelas del ser, para vencer a la sombra es necesario mirarla de frente y salir a su encuentro. Es ella, el alma, con su determinación la que provoca un movimiento dentro de la psique y este movimiento, esta acción ejecutora de los intereses del anima es representada por el caballero o animus. Sin la audacia y el riesgo del alma no surge la urgencia de la acción, la voluntad de hacer, el brazo ejecutor de aquello que se ha visto. Cuando anima y animus están equilibrados y sanos, el depredador es neutralizado y la vida creativa no se queda en la idea sino que es también acción. El animus es el encargado de afirmar y ejecutar en el mundo exterior aquello que el anima ha gestado en el mundo interior.
De esta manera el caballero termina la labor comenzada por la doncella y el dragón, muere en su forma destructiva y se transforma en vida y belleza con la misma fuerza y contundencia pero con otro propósito. No se trata simplemente de exorcizar un mal, de hacer como si la sombra que todos tenemos no existiera, tratando de reprimirla o matarla sino de incorporarla, utilizar todo su potencial para otra expresión, en este caso la rosa.
Me gusta pensar en el gesto de recibir o dar la rosa, más que como un gesto romántico, como símbolo de la posibilidad de transformación, de la vida que se impone sobre la muerte, de esperanza y creación sobre todo en estos días de fiesta pascual.
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