jueves, 8 de abril de 2010

Desde la cama

El silencio y el reposo de la convalecencia me han dado en estos días la oportunidad de emprender miniproyectos creativos que tenía rezagados en favor de los quehaceres más urgentes y funcionales. Entre ellos está la apertura de un nuevo blog llamado Voces escarlatas del clan de la cicatriz, como si no bastara este hijo medio huérfano como para ahora engendrar otro. Por lo menos no serán hijos que reclamarán la negligencia de su madre, las ausencias, la falta de alimento. Ahora que lo pienso y siguiendo con el símil de la fecundidad, hubo un macho de mi especie portador de la semilla, que en este caso tiene que ver con la pregunta justa en momento adecuado.

Ocurrió un día de primavera de una manera muy simple, él me preguntó si seguía escribiendo y si todavía estaba interesada en el arte. Aquello fue como si la línea del tiempo se encogiera toda en un único punto que resumiera toda mi vida. Es difícil de explicar, algo así deben ser las iluminaciones o el instante último justo antes de morir, o el flechazo fulminante de Eros cuando te paras frente al otro y dices: “toda mi vida tiene sentido si era para llegar hasta aquí”.
Alguien que no me ha visto en 7 años, me devuelve una imagen de mí misma que recién ahora me atrevo a mirar. Si hace tanto tiempo mi interés me inclina hacia un lugar, ¿cómo es que todavía no me lo tomo en serio?

Entonces la semilla cayó en tierra fértil, brotó y dio fruto, no sé si va a ser al ciento por uno, pero  en todo caso en este tiempo pascual no quiero volver a pecar contra mí, en la acepción de pecado que significa desatino, poner la voluntad y la energía en una cosa equivocada. Y mira que cuesta, ya lo dijo Santa Teresa.
" Me tienen atada los pretextos del mundo y no puedo seguir la llamada de Dios."
Voces escarlatas del clan de la cicatriz  es un territorio que pretende convocar la voz de lo femenino mujeril, un espacio de encuentro entre valquirias que con sus palabras nos curan y dan hidromiel al alma cuando hemos caído en batalla.
Por lo pronto iré con mis pies descalzos por el bosque de palabras a ver qué me encuentro, espero que sean sabias brujas que me recuerden que lo único que quiero en la vida es ser soberana de mi propio destino. ¿Quién se anima?

domingo, 7 de febrero de 2010

Avatar: El drama del antropocentrismo


Merece la pena hacer una reseña de la película que superó el record de Titanic, y se ha convertido en la película más taquillera de la historia cinematográfica. La película es bastante fabuloide, en el sentido de la fábula, con personajes que parecen animales pero muestran características humanas y contiene, en este caso de forma excesivamente explícita, una moraleja.

Basado en el discurso ecologista de moda, con un despliegue de imágenes de alta resolución, una superproducción millonaria, la creación extraordinaria de un mundo paralelo, que nada tiene que envidiarle a la Tierra Media del Señor de los Anillos, con la mezcla de romance, acción y exacerbación del sentimiento gregario e indignación ante la injusticia, Avatar tiene todos los ingredientes para el entretenimiento y para vender la ilusión de que con sólo sentimiento y buenas intenciones un mundo mejor es posible. Así el espectador, satisfecho, puede dormir tranquilo mientras todo sigue igual en el mundo real.

Están bien definidos y sin matices el bien y el mal, los opresores y los oprimidos, los inocentes y los verdugos, lo natural y lo artificial. El dualismo característico del pensamiento occidental, que nos deja seguros y nos permite situarnos en posiciones políticamente correctas y sin identificarnos con la sombra que todos llevamos dentro. Y por supuesto entre dos aguas, el personaje central, nuestro héroe híbrido, con lo mejor de los dos mundos cuerpo na' vi y mente humana.

Existen tres grupos dentro del film: los supermalos representados por los militares y la compañía “transplanetaria”, los buenos, es decir, científicos verdes con los que se podría identificar a cualquier ONG y los inocentes aborígenes que bien podrían ser del Amazonas como de África. Curioso que se nombre a Venezuela: “Venezuela, that was some mean bush” y no aparezca en los subtítulos.

A decir verdad no hubo nada que me conmoviera, ni siquiera en los momentos más cumbres, me fastidió un poco el trillado mito del guerrero que más guerrea, vence al dragón y se queda con la princesa, que la fuerza fuese la vara con que se mide la dignidad de un miembro del clan que ha traicionado al pueblo, y me indigna, que los líderes no puedan salir del mismo pueblo sino que se necesite un mesías todopoderoso, importado además, al que traten como un dios por realizar una hazaña que ninguno de ellos está destinado a llevar a cabo, queriéndonos transmitir que al final ese tipo de colectivos conectados con la naturaleza, tienen una conciencia mágica, no una conciencia crítica y que ante la opresión han de responder con el grito “ esta tierra es nuestra” (discurso que también usa el opresor) como si tuviéramos de verdad el derecho de poseerla y no el deber de defenderla por ser parte de ella.

Más allá de su piel azul, su estatura, su cuerpo felino y su conexión con la madre naturaleza, los na' vi, en lo que se refiere a la manera jerárquica de organización, y toda su emocionalidad: los sentimientos de envidia, celos, enamoramiento, estrategias de juego y seducción, etc son idénticos a sus homólogos blancos, por algo son llamados humanoides.

Por último, tenemos una deidad que decide intervenir en los acontecimientos de la historia, organizando al mundo animal, tomando partido en la guerra por los más débiles y revirtiendo la injusticia. Pero en el mundo real los animales no pueden defenderse sino que se extinguen, al igual que los recursos naturales se acaban y la tierra de vez en cuando se sacude llevándose por delante a justos y pecadores.

En el momento más dramático, justo antes del gran milagro, cuando todo estaba perdido pensé: “ la película debería acabar aquí, con este genocidio, pero no, tendrá un final feliz porque sin final feliz no hay taquilla” y así fue, la madre salva a sus hijos predilectos, demasiado parecidos a nosotros, gracias a la “oración en el huerto” que el Elegido hace en aparente acto de humildad pero que esconde nuestra convicción de ser el centro de la creación, el ombligo del universo. Pero en las circunstancias actuales, la naturaleza no hará nada para salvarnos de nosotros mismos sino que al paso que vamos, nos extinguiremos, a menos que logremos interpelarnos y reconozcamos que no somos muy diferentes de los supermalos. Cada vez que lanzamos basura y malgastamos los recursos por creer que si están allí tenemos el derecho a tomarlos, cada vez que somos indiferentes a la opresión y a la injusticia, o despreciamos a la gente por su procedencia, religión o tendencia política y nos creemos superiores a los otros e irrespetamos las diferencias, cada vez que la prioridad es obtener el máximo de ganancia a costa de lo que sea o de quien sea y bajo la apariencia del humanitarismo nos aprovechamos de los demás, somos Quaritch, ese depredador despreciable militar, blanco y gringo con el que el guión no permite que nos identifiquemos.

Hay que reconocer la capacidad de James Cameron de mezclar elementos mitológicos de diferentes culturas y elementos claves de diferentes películas de manera de enganchar emocionalmente al espectador con referencias casi arquetípicas, pero no olvidemos que es desde Hollywood, la máquina de fabricar ilusiones, que nos traen este regalito y que pese a la aparente intención autocrítica, el cine hollywoodense es en su esencia un producto de consumo, entonces habría que preguntarse cuál es el discurso que nos están vendiendo y si estamos dispuestos a comprarlo.

viernes, 15 de enero de 2010

Propósitos de año nuevo, metas, deseos y demás menesteres

Creer en mí por sobre todas las cosas
Prescindir de mi colección de certezas
Juntar todos mis territorios
Escuchar el llamado de mi alma,
la pulsión del corazón
Tomar más vino y brindar a la salud de los ausentes
Pasar del sentimiento amor a la acción de amar
Ser fiel a mí misma con dedicación
Caminar en verdad y sin soberbia
Equivocarme con fuerza
Invitarme a la vigilia con un ojo hacia adentro y otro hacia afuera
Aumentar un par de kilos
Encontrar el alimento adentro y darme de comer
Ser más supersticiosa y cursi
Reír a carcajadas
Conservar mi cabeza libre de piojos y temores
Devolverme por abrazos de último momento
Entrenarme en el vicio de jugar y perder el tiempo
Trabajar como una hormiga, cantando como cigarra
Pensarme en otra lengua
Dejar tareas inconclusas, no llegar temprano a las citas
Buscar hasta encontrar
Por último, después de todo y no por ello menos primordial
llevarte en el corazón como se lleva a los muertos
recordados y queridos pero sin tiempo
con rostros difusos y sacramentales olvidados
sin apego, a golpe de deseo ceniciento.

lunes, 28 de diciembre de 2009

El Anillo

Era un día soleado cerca de la hora del mediodía, ante mí el camino se abría ancho y serpenteante. Había árboles de altas copas a lado y lado del camino, que dejaban ver un cielo azul despejado, a pesar de ser época invernal.

Yo caminaba pausadamente sin poder ver el final del sendero y sin embargo iba tranquila y confiada. De repente, encontré bajo mis pies una colina, desde donde podía divisar a lo lejos un pequeño poblado hecho de piedra. Bajé por la colina, caminé por las calles empedradas y solitarias, que bañadas de sol de mediodía, no podían mantener en ellas a lugareños ni forasteros.

La campana de la torre de la iglesia anunciaba la una. Encandilada por el sol, alcancé a ver una casita con la puerta abierta. A medida que me acercaba me di cuenta de que era una especie de quincalla, con objetos de aparente poco valor: un guijarro roto, conchas marinas, un tronco hueco, catalejos, brújulas, plumas y cera para lacrado, pergaminos y papiros, libros polvorientos, objetos medievales de cocina… En un rincón un objeto tubular llamó mi atención, al acercarme supe que era un caleidoscopio que me permitía ver mi entorno de maneras diferentes, entonces entendí que el lugar era un depósito de objetos mágicos. Al instante una anciana con el cabello largo y gris, salió del fondo del lugar. Su mirada era escrutadora y su semblante no dejaba percibir si era inofensiva o peligrosa. Seguí examinando el caleidoscopio y comprendí que tenía la propiedad de dejar ver más allá de lo aparente, como si con él se pudiera entrever la naturaleza de las cosas y de esta manera aproximarse con confianza a eso sospechoso, desconocido o incierto que tienen los objetos, las personas y las situaciones.

Estaba claro que ese era el objeto que me llevaría de aquel lugar, un objeto peculiar, hermoso y sumamente necesario. Pero ocurría que tenía que dejar algo a cambio a la anciana, no tenía nada de valor material conmigo, no se me ocurría un gesto intangible que equiparara el valor del objeto escogido. Entonces recordé mi anillo de bodas y tuve la certeza, no sin cierta resistencia, de que debía dejarlo allí, desprenderme de un objeto preciado por otro. Así lo hice y salí de la tienda de objetos mágicos con la sensación de haber hecho lo correcto. Y con mi caleidoscopio en la mano, seguí caminando.

Hoy, cuando la vida parece abrirse paso hacia lugares inciertos, al igual que en esta visualización de la Psicoterapia Gestalt, entrego mi anillo de boda y lo cambio por la posibilidad de comprender desde las vísceras y el corazón la naturaleza del amor, de poder depositar de nuevo y aun con mayor libertad, mi confianza en el otro y por la esperanza de acabar llegando a un lugar donde realmente me estén esperando.

sábado, 10 de octubre de 2009

Por haberlo visto


El jueves 8 de octubre se estrenó en el sótano 1 de Parque Central, el montaje Por haberlo visto, basado en poemas de Juan Carlos de Petre, fundador y director del grupo Altosf. Me ha costado poner en palabras todo el recorrido histórico-emocional- esencial que significó para mí ese día. Creo que después de casi un mes de haber asistido al estreno, el inicio de este mes de noviembre que arranca con la fiesta de los santos y los difuntos me da algunas luces.
La sensación desde la antesala hasta que puse la cabeza en mi almohada era de reencuentro y resumen de la vida, más allá de la circunstancias y las historias, e incluyéndolas también. Cada persona convocada tenía un nombre y un vínculo con ese espacio y el resto de las personas en diferentes grados y matices. Como ocurre en esas fiestas comemorativas y también en los velorios, en que la gente se reencuentra después de mucho tiempo. El tiempo había pasado, ya no éramos los mismos y sin embargo persistía la memoria del abrazo fraterno, la alegría de estar juntos, la sensación de estar en casa.

La obra en sí misma es evocadora pero no desde la nostalgia sino desde la Esperanza, con mayúsculas, que no es ilusión sino memoria de la posibilidad. Eso es lo que consigue la poesía, recordarnos la voz del alma, mostrarnos el camino de regreso a la fuente. Y en este sentido entonces ser capaz también de mostrar una visión, un recorrido vital, una historia particular y todas las historias humanas al mismo tiempo. Una historia que comienzó antes de nosotros y continuará mucho después de nosotros pero aun con nosotros.

La música fue otro elemento que me sorprendió gratamente, con voz propia como el texto, a la vez distinta y junto a él. Sumado a la poesía y la música, estaban el movimiento, la voz, el color, la luz, la expresión, el resultado una creación hermosa, simple y profunda "un concierto de almas recitando en el teatro" con gran valor dramatúrgico.

Además de convocar gente, la obra convocaba otras obras, pasadas y queridas. Recordé también a los ausentes, a los que ya no están entre nosotros y a los que no pudieron asistir. Todos ellos estaban también allí. Me imagino que así debe ser "la comunión de los santos", una congregación de personas que acuden al llamado de ser fieles a sí mismas, de escuchar un susurro en su alma, de re-unirse más allá del tiempo y del espacio y crear lugares de salvación, ser pequeños fueguitos, como dice Galeano, que mantengan encendida la Esperanza en este mundo que se cae a pedazos.

Dice Marcopolo, un personaje de Las ciudades invisibles, de Ítalo Calvino:

"El infierno de los vivos no es algo por venir, hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio"

Aceptemos el riesgo, no estamos solos, estemos atentos y vigilantes. Demos espacio a la creación. Yo creo en la posibilidad, por haberlo visto.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Patria nuestra

“La patria es el sabor de las cosas que comimos en la infancia”
Así comienza su post Fiera Patria, Angeles Mastretta, citando al poeta Guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, a quien no he tenido el gusto de leer. Me gustó la frase y recordé que cuando era niña no me gustaba mucho comer y que quizás la falta de abundancia de sabores memorables de la infancia tenga que ver con esta especie de desarraigo que a veces me ocurre, no por falta de conexión sino por falta de correspondencia de esa conexión con un territorio geográfico exclusivo.

Nací en Venezuela y me siento venezolana, no en el pleno sentido idiosincrático sino en el de sentirme llamada a construir este país, en el sentido de que me duelen sus dolores y me alegra cuando podemos mostrar al mundo más que reinas de belleza y petróleo, por no mencionar otros males. Mi patria en su acepción “tierras de los padres” es Colombia, donde pasé los últimos años de mi infancia y cuya cercanía hacía que Macondo me fuera tan divertidamente familiar. Mis recuerdos infantiles se pasean entre los Aliados de los Andes en los puestos de dulces de Caracas, las Cachapas del Junquito, los raspaos, el mango verde con sal a la salida de la escuela, las Alegrías que vendían las palenqueras por las calles de Barranquilla, las arepas de huevo de Luruaco… Más tarde, cuando aprendí a compartir la mesa la comida supo mejor. Tal vez entonces la idea de patria esté siempre en construcción y vaya más allá de la nacionalidad y las fronteras, los símbolos patrios, los espacios geográficos y las tradiciones y tenga que ver con un sentido de pertenencia más profundo.

La lengua materna hace una diferencia, la patria son los sabores de la infancia y la lengua que compartimos, la de los cuentos que nos contaron, los infantiles y los de la Historia. Agradezco enormemente la lengua castellana, que mis antepasados le impusieron a mis antepasados y que además de ser la lengua de Cervantes, es también, por fortuna, la lengua de Borges, Cortázar, Rulfo, García Márquez… Sin embargo, me gusta cantar en Inglés, adopté el Catalán como segunda lengua después de bien vivir en Cataluña, y si me dieran a escoger una lengua que aprender por puro placer, aprendería Portugués ya que encuentro que la “saudade” no es posible expresarla en otro idioma.

Soy en suma latinoamericana, cuya característica principal en toda su gama variopinta es que somos en mayor o menor grado mestizos. Mezcla de estos con aquellos, entonces, ¿no es la patria también un conjunto a veces dispar y contradictorio de referentes territoriales y culturales? ¿No tenemos los latinoamenricanos, hijos de todos lados, la posibilidad de una sensibilidad mestiza que amplíe la noción de patria en la construcción de nuestra identidad?

Patria es una palabra difícil, que no se refiere sólo a mapas y días de independencia. ¿Dónde está mi patria? A veces me parece del tamaño del mundo y otras el espacio efímero de un abrazo en el que podemos decir “nosotros”.

Termino con una canción de Jaime Sisa que me envió un amigo desde Venezuela cuando recién me mudé a Barcelona

“Oh ! Benvinguts ! Passeu, passeu,
de les tristors en farem fum.
Que casa meva és casa vostra
si és que hi ha cases d'algú.”

sábado, 25 de julio de 2009

Cumploaños feliz

En una época donde el tabú del tiempo que inexorablemente pasa, se manifiesta en los desesperados intentos de la sociedad contemporánea por olvidar el envejecimiento y la muerte, cumplir años y recordar la edad después de los treinta es casi un sacrilegio. Bienvenidos sean los regalos y la fiesta pero del cúmulo de años que han pasado desde el nacimiento ni hablar, a lo sumo balbucearemos un “ ticinco”.
Atrás quedó la época en que la edad era sinónimo de respeto y los más ancianos eran miembros privilegiados del clan. Si bien es fundamental que cada generación valore su propia experiencia y encuentre su propia manera de hacer, también es importante ponerla en continuidad con el pasado que la sustenta, no para venerarlo o preservarlo intacto sino para ser capaz de re-crear con la herencia recibida. Me encontré en estos días con un texto de Eduardo Galeano que lo ilustra así:

“ A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos. Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.

Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y la incorpora a su arcilla.”


La exacerbación de valores como la eterna juventud y el culto a la imagen, unida a la incertidumbre y la poca valía de la población fuera del sistema de producción, hacen que ser viejo hoy sea sinónimo de ser inútil y desechable. No es que me sienta vieja, al contrario el mejor momento de mi vida es ahora, y espero poder seguir repitiendo esta frase hasta el final de mis días. Pero es evidente que voy envejeciendo, sólo le pido a Dios hoy en mi cumpleaños número 35 poder envejecer con dignidad y sin vergüenza, que cada etapa de mi vida esté llena de experiencias que me hagan más persona, que recuerde cada día que amar es don y decisión y que no olvide que conocerme a mí misma y aceptarme como soy es el mayor de los éxitos.

De ser así seguiré teniendo siempre un cumpleaños feliz.